A mediados de 2020, mientras la pandemia se mostraba con toda su furia y las autoridades nacionales se inclinaban por el cercenamiento de las libertades, me propuse plasmar en un libro lo más importante de la gestión que llevé adelante como gobernador de la Provincia.

A las personas invitadas a colaborar con la tarea, desde un primer momento, les pareció una buena idea. Me interesaba que se expusieran las bases de un modelo de desarrollo, es decir, de un programa que difería absolutamente con el rumbo conservador que tenía Salta hasta ese momento.

Hoy, después de ser el primer lector de este trabajo, creo que está logrado; con el valor agregado de que este minucioso planteo visual, permitió rescatar en mi memoria momentos muy satisfactorios.

Tengo una emoción que no había sentido antes: la sensación de que, con aciertos y errores, la “tarea fue cumplida”.

Quiero agradecer a quienes me ayudaron a concretar mucho de lo aquí mostrado. Especialmente, a los salteños, a los que confiaron desde el primer día y a los que con el tiempo fueron venciendo prejuicios, viendo y viviendo la gestión.

Al equipo en cada etapa, a mis colaboradores y, por supuesto, a mi familia.

Si bien me propusieron este espacio para hablar de futuro, nada mejor que mirar lo que se hizo, recordarlo y evaluarlo, para poder expresar lo que se viene con un poco más de sustento.

Hoy está claro que se puede transformar la realidad si se hace desde una visión clara, con esfuerzo, compromiso y dedicación. Cuando existe una firme decisión política para encarar los cambios desde la raíz, se puede explicar a los ciudadanos los motivos de una obra o las conveniencias de una ley para lograr el consenso necesario. Se puede tener un modelo que decante en un plan y se lo puede llevar adelante si se eligen a las personas adecuadas. Se pueden gestionar recursos fuera del país si somos serios. Se puede ir por grandes sueños. Se pueden hacer grandes obras.